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jueves, 29 de enero de 2009

Parque Nacional del Kinabalu


Este es el otro Parque Nacional de Malasia que, junto al Gunung Mulu, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En él se pueden hacer muchas cosas, como las que hicimos
Tomaš y yo cuando vinimos la primera vez. Pero entre todas esas cosas, hay algo que es lo más importante que puedes hacer en el Parque Nacional del Kinabalu. Y es que el Kinabalu, con sus 4095 metros de altitud, es el pico más alto del Sudeste Asiático, o eso dice en muchos sitios, aunque según donde mires viene hasta el cuarto en esta clasificación.

A Zuzana y a mí nos gusta mucho subirnos por las montañas como las cabras, así que, cuando Zuzana supo que venía a trabajar a Malasia e investigó un poco sobre el país y enseguida encontró que una de las cosas que quería hacer era subir el Kinabalu. Entonces decidimos que cuando Zuzana tuviera algún puente lo intentaríamos.

Como ya os comenté, el año nuevo musulmán (el Hari Raya), que coincide con el final del Ramadán, es una de las fiestas más importantes del año musulmán… no me extraña, con lo comilón que soy, si a mi no me dejaran comer durante el día durante un mes, también celebraría el día que se terminara el Ramadán. Evidentemente el Hari Raya, en un país musulmán como es Malasia, implica unos días festivos a nivel nacional, más exactamente dos días festivos, que este año caían en miércoles y jueves. Justo el jueves anterior a Zuzana le dijeron que tendría el viernes del puente libre y me llamó para preguntarme a donde se sacaba el billete para ir esos cinco días.

Yo el Hari Raya lo iba a pasar en Kuching con Nadim, el fotógrafo, que me había invitado a ir a su barrio a ver como se vive allí. Zuzana me llamó por teléfono con la suerte de que justo ese día era el que yo estaba muriéndome en los Pináculos. Digi, la compañía de móvil que tengo yo no tiene cobertura allí, como en muchos otros sitios, pero aunque la hubiera tenido no creo yo que hubiese tenido fuerzas para sacar el móvil del bolsillo.

Así que Zuzana no pudo contactar conmigo y reservó el billete con lo que ya habíamos hablado antes, que subiríamos el Kinabalu. Cuando volví a los dos días a las oficinas del parque me encuentro por un sendero a una de las chicas que trabajan en el parque y me dice: "ha llamado Zuzana y ha dicho que ahora está en Singapur y que el miércoles llegará por la mañana a Kota Kinabalu". Así que nada de Hari Raya en Kuching y en su lugar me voy a subir el Kinabalu. ¿Veis? Otro cambio de planes, si es que no se puede planear nada.

Llamo a Anddreas para ver cuando ponemos el viaje al interior de Sarawak, Zuzana y yo nos ponemos en contacto, como podemos, entre Mulu y Singapur, y quedamos que en cuanto Zuzana llegue el domingo a Kuala Lumpur me reserva un billete para ir a Kota Kinabalu.

Una vez en Kota Kinabalu me pongo a buscar alguna manera de reservar todo lo que hay que reservar para subir el Kinabalu, pero claro, un puente como ese… imposible, está absolutamente todo reservado para los tres días en los que podríamos subirlo.

Aun así, Zuzana y yo decidimos que nos vamos al Parque el viernes por la mañana en el primer transporte que haya para que nos pongan en la lista de espera por si alguien falla y se queda alguna plaza libre.

Para descansar un poco antes de subir la montañita, decidimos que el miércoles nos damos un paseo por Kota Kinabalu para ver como es eso del Hari Raya. La gente se viste con trajes típicos, hombres y mujeres, y la ciudad se llena de colores vivos y de vida vayas por donde vayas. Además hay muchas celebraciones en las que los invitados se pone sus mejores galas.


También decidimos que el jueves nos vamos a las islas esas que todos conocéis cerca de Kota Kinabalu. Como yo ya he estado y además quiero pasar el día con Zuzana sin tener que preocuparme de si hago una foto aquí y ahora otra allí, me doy el día libre a mí mismo y me dejo la cámara en el albergue. Obviamente, como no tengo la cámara, cuando estamos en la isla de Sulug (la isla "desierta" del pié de
Tomaš), vemos al lado de las mochilas una lagartija preciosa a la que no le puedo sacar una foto decente. Bueno, por lo menos os dejo un video hecho con la cámara compacta que usa Zuzana en su trabajo, para que veáis un poco la isla y a la lagartija.



Esa tarde, volviendo de las islas nos llovió lo que no está en los escritos. Como ya estábamos empapados del barco de vuelta, decidimos volvernos andando, bueno, mejor dicho corriendo, desde el puerto al albergue. Muy divertido, cruzar la calle significaba que te cubriera por encima de los tobillos.

Al día siguiente a las 7 de la mañana estamos como un clavo, bueno, como dos clavos, en la estación de autobuses preparados para coger lo primero que salga hacia el Parque Kinabalu.

En cuanto llegamos al Parque nos vamos a la recepción y preguntamos si hay alguna cama libre en algunos de los refugios que hay en la montaña, pero… nada, todo está completo, y sin tener sitio en uno de los refugios no está permitido subir. Casi todo el mundo ha llegado ya y no quedan muchas plazas por cubrir, pero de todas formas nos apuntamos los primeros en la lista de espera. Además la mujer que es la jefa del control del alojamiento es una de esas personas frías a la que por mucho que le digamos que por favor, que si podemos dormir en la cafetería en el suelo, que no nos importa, no se le cambia la expresión de la cara ni a tiros.

Se supone que la gente llega antes de las 10, pero tenemos que esperar hasta las 12 por si acaso hay algún retraso. Esperamos una hora y volvemos a preguntar… nada. Como de esa mujer no vamos a sacar nada, intento preguntar a otra persona. Así que en cuanto la jefa está atendiendo a otras personas yo me acerco a preguntar a otra chica, que parece más maja, si alguien ha fallado, aunque ya sé que no, porque estamos los primeros en la lista de espera y si no, nos hubieran avisado. Cuando me dice que no ha habido ninguna cancelación le pregunto si no hay otra manera de conseguir subir aunque no haya plazas. Ella me dice que ellos no pueden hacer nada, que si acaso tiene que autorizarlo el jefe de los guardas forestales. Eso es lo que yo quiero saber, quién es el que nos puede dejar subir porque puede decidirlo por sí mismo.

Me voy a la ventanilla donde se pagan las tasas del parque esperando un momento en el que no haya nadie en la cola para preguntar por el jefe, pero siempre hay alguien pagando algo. Me voy a otra entrada de la oficina y ya alguien viene a ver que es lo que necesito. Entonces allá voy otra vez, saco mi tarjeta y suelto el discurso que tan bien me tengo aprendido: "Soy un fotógrafo español...". Llaman al jefe de los guardas y hablando con él me entero que de que hay una agencia que gestiona la via ferrata del Kinabalu y que tienen varias plazas reservadas para ellos, que vaya a hablar con ellos a ver si nos ceden alguna de las que tienen.

Vamos a la oficina de la agencia y nos dicen que sí que tienen alguna plaza pero que tendríamos que contratar alguna actividad con ellos. Bueno, la cosa va mejorando, por lo menos parece que podremos subir. Cuando estamos saliendo de la oficina de la agencia me suena el teléfono, son de la oficina, ha habido una cancelación de última hora de dos personas. ¡Bien!

Hablamos con la chica de la agencia que ha tenido la cancelación y nos quedamos las dos camas, pagamos las tasas, buscamos un grupo para unirnos y compartir los gastos del guía y del transporte hasta el punto de salida (se puede empezar desde las oficinas pero creedme que no es necesario, ya es suficiente el camino normal) y nos ponemos en camino.

La subida al Kinabalu. La opinión general es que es menos dura que los Pináculos, pero que también es muy exigente. Se empieza a subir desde los 1866 metros de altitud y ese día se hacen 6 kilómetros hasta los refugios, que están a 3272 metros (no hagáis la resta, ya os lo digo yo, son 1406 metros de desnivel). El segundo día se sube hasta la cima, pero con un pequeño detalle, se sube para ver el amanecer desde lo más alto del Kinabalu a casi 4100 metros sobre el nivel del mar (si tienes suerte y no está nublado, en el Kinabalu nunca se sabe), así que se empieza a subir alrededor de las 2 y media de la mañana, sí, habéis leído bien las DOS y media de la mañana. El objetivo es cubrir en algo menos de 3 kilómetros los 823 metros de desnivel restantes para estar arriba a las 5 y ver el amanecer. Después de eso se baja hasta los refugios, se come allí y se continúa hasta el principio del camino, en total 2229 metros de bajada.

Pues nada, vamos allá.

Durante el primer día se van atravesando los diferentes tipos de vegetación que hay en el Kinabalu. Se empieza en la selva y según se va ascendiendo el tiempo se vuelve más fresco y la humedad va descendiendo, la selva se va convirtiendo en bosque poco a poco, y a su vez el bosque va siendo cada vez menos frondoso hasta dejar paso a la vegetación de matorral de alta montaña. Las nubes aquí son muy cambiantes, se mueven muy rápido, y lo más probable es que durante la ascensión las superes y contemples todo tipo de imágenes como resultado de los juegos entre ellas y el Sol.


El camino no tiene pérdida, es fácil de seguir, el único problema que tiene es que el que lo construyó, o debía ser muy alto o no tenía muchas ganas de trabajar, porque los escalones que hay a veces te llegan a la altura de la rodilla. Durante la ascensión te vas cruzando con la gente que baja después de hacer cima (o no). Nosotros, con todo el lío de encontrar el alojamiento, hemos empezado a subir bastante tarde, así que nos vamos cruzando con los que bajan en último lugar. Se les ve cansados y nos vamos dando cuenta de que el paseo es largo.

A mitad de camino paramos a comer el paquete de picnic que te ha preparado la agencia, y durante la subida también paramos varias veces. Es muy interesante, hablas con la gente, de donde viene cada uno, porqué están viajando. En esta parte del mundo, en el Sudeste Asiático, hay mucha gente que viaja por periodos de tiempo más o menos largos, de entre un par de meses hasta varios años. Imagino que si vienes con un viaje organizado será más difícil encontrarte con ellos, pero si te sales un poco de los más convencional (y no digo mucho) os sorprenderíais la cantidad de gente que hace estas cosas.

Finalmente, por la tarde, llegamos a "Laban Rata", el refugio donde tenemos reservadas las camas. El paquete con la agencia incluye las comidas en el refugio para la cena ese día y la comida del día siguiente después de bajar de la cima. Las dos son tipo bufet libre, creedme que se agradece, y no porque sea yo, que si que me gusta comer, pero recuperar energías de la subida y prepararse para lo que espera al día siguiente es bastante importante.

Laban Rata, junto con otros refugios, se encuentra en la zona en la que prácticamente todos los excursionistas que suben el Kinabalu hacen noche. Son unas casas de madera en un lugar privilegiado. Después de cenar te puedes salir a la terraza a disfrutar del atardecer a más de 3000 metros de altitud.


Poco después nos vamos a dormir. Aunque es un poco pronto (a lo mejor las 8 ó las 9), no es demasiado difícil dormirse, el día ha sido largo y estamos cansados.

Dos de la mañana, que sueño.

Tras separarnos de la cama como podemos y abrigarnos lo mejro que podemos, nos reunimos con nuestro grupo y con el guía y salimos hacia la cima. El día anterior, como yo estaba "entrenado" de la semana anterior en Mulu, y Zuzana estaba algo más desentrenada por el trabajo de oficina, decidimos que yo llevaría la mayoría de las cosas en mi mochila. Esa mañana sólo cogimos una mochila pequeña con lo necesario para subir, así que Zuzana dijo que la llevaba ella. Bueno, sin el peso de la mochila, sólo con los casi 5 kilitos de la cámara y objetivos, he de reconocer que iba como nuevo, como una cabritilla saltando entre las piedras, como un niño corriendo de un lado para otro. Había una zona con cuerdas para ayudarse a subir… pues yo sin cuerdas y corriendo, parándome a cambiar objetivo y ver si puedo hacer alguna foto. Mi cámara trabaja muy bien con poca luminosidad, pero cuando es de noche… pues no hay mucho que hacer.


Zuzana estaba bastante cansada y gracias al guía consiguió seguir subiendo. Yo le cogí la mochila y entonces dejé de correr como las cabritillas, aunque aun así iba bastante mejor que cualquier otro día.

Al final llegamos a la cima del Kinabalu, 4095 metros, y nos hicimos la foto de rigor, por supuesto.


Lo habíamos hecho bastante bien, incluso diría que llegamos de los primeros. Cuando llegamos, aunque el cielo empezaba a clarear, todavía era de noche, así que buscamos un sitio para descansar y resguardarnos del viento. Por que claro, imaginaos, el pico más alto del Sudeste Asiático, no hay nada en miles de kilómetros a la redonda que pare el viento. Además, vale que estamos en el trópico, pero 4000 metros... es ya bastante alto. ¡Que frío! Por mucho que te resguardaras simpre tenías algo de viento, y con la camiseta empapada de sudor, claro.

Pasado un rato empezó a salir el Sol y contemplamos el amanecer desde la cima del Kinabalu.


No os creáis que hacer esta foto es sacar la cámara y hacerla. Con el frío que hacía en cuanto te sacas las manos de los bolsillos se te quedan congeladas, y cuando llevas medio minuto haciendo fotos, con el viento helado, ya no sientes nada. Llegó un momento que hacía las fotos con el dedo corazón porque con el índice ya no tenía ninguna sensibilidad y no sabía donde estaba el disparador.

Pasado un rato comenzamos el descenso. Bastante mejor que la subida, además, como se sube de noche y se baja de día, es completamente diferente. El macizo del Kinabalu es relativamente pequeño, es como un monte aislado en medio del resto de la isla de Borneo, así que las vistas son impresionantes.


A las 10 de la mañana estábamos de nuevo en Laban Rata y, como teníamos tiempo de sobra, decidimos que en vez de bajar inmediatamente preferíamos comer tranquilamente, dormirnos una siesta de una hora y luego bajar el resto del camino.

Así lo hicimos. Durante el camino de vuelta a las oficinas del parque, como nos ocurrió a nosotros el día anterior, nos íbamos cruzando con todos los valientes que se dirigían hacia los refugios para subir a la cima al día siguiente. Siempre intentábamos darles ánimos y hacerles ver que se puede conseguir.

Otras personas con las que te sueles cruzar mientras bajas de los refugios a las oficinas, es con los porteadores. Como os dije antes, las comidas en Laban Rata son de tipo Bufet, y todos los días hay bastante gente subiendo el monte Kinabalu, así que alguien tiene que subir todo eso, y desde luego en coche no se puede subir nada. Los porteadores locales, hombres y mujeres, llevan enormes mochilas o paquetes a la espalda, y suben con el calzado que tienen: chanclas, alpargatas, lo que sea. Así que, cuando te cruzas con ellos, te das cuenta de que podría ser mucho más duro.

Finalmente llegamos al principio del camino y cogimos la furgoneta que va bajando la gente hasta las oficinas. Allí te espera otra comida de bufet para recuperar las fuerzas que te has dejado en la montaña durante dos días. Después de comer, nos volvimos a Kota Kinabalu con otros chicos que habíamos conocido durante la subida y la bajada en los dos días.

En Kota Kinabalu, esa misma noche, nos dimos una sesión de masaje de pies y piernas que nos vino de maravilla. Y al día siguiente otra ración de islas para terminar de recuperar antes de que Zuzana volviera a su trabajo el lunes y yo me marchase a seguir con mis excursiones.

Una última cosa, si alguno os estáis planteando subir el Kinabalu, tenéis que saber que hay otra opción a hacerlo como lo hicimos nosotros, o como lo hace todo el mundo. Todos los años se celebra un evento que se llama la Climbathon y que ya os podéis imaginar de qué se trata. Es una carrera que consiste en subir y bajar el Kinabalu, corriendo, está claro. En total son 21Km, es como una media maratón pero con un poco de cuesta, de hecho, si lo pensáis el desnivel acumulado es incluso negativo (según el mapa de la carrera). La gente se lo hace en poco más de dos horas y media, así que tampoco debe ser tan difícil.


Así que venga, ¿quién se anima?