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viernes, 30 de noviembre de 2012

La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días (V): Karamoja - Kampala




Ver La vuelta a Uganda de wfogg - Parte V. en un mapa más grande


A) Parque Nacional del Valle de Kidepo
B) Kaabong
C) Kotido
D) Moroto
E) Soroti
F) Mbale
G) Jinja
H) Kampala


Día 14.

Nos levantamos temprano y recogimos el campamento para emprender rumbo al sur. La vuelta desde el remoto Kidepo la haríamos a través de Karamoja, la región más árida e inhóspita de Uganda.

Karamoja se encuentra en el Este de Uganda, y se extiende a lo largo de la frontera con Kenia, desde el norte hasta la zona central del país. Es la tierra donde viven los karamojong, una tribu que comparte su origen con los maasai que actualmente viven en Kenia y Tanzania. Los karamojong son altos, delgados y fuertes, y muchos de ellos llevan una shuka como vestimenta (la shuka es la manta de vivos colores con la que todos imaginamos a un guerrero maasai) y una larga vara que usan para dirigir al ganado.



Al igual que los maasai, los karamojong tienen como actividad principal el pastoreo, y para ellos el ganado (principalmente las vacas) es el motivo alrededor del cual se desarrolla su vida. Las vacas son lo más importante, y cuantas más vacas tengas más rico y más respetado eres.

Salimos de Kidepo y pusimos rumbo al sur. Nuestra primera intención era parar a saludar al padre Longinos, un misionero español que lleva en Karamoja desde 1978. Vive en el norte de Karamoja, y habíamos hablado con él para ver si era posible saludarle.

Nos invitaron a comer y estuvimos hablando con él un buen rato de toda la problemática que ha habido en Karamoja, de los cambios que ha habido en los últimos años y de cómo las cosas están mucho mejor ahora, especialmente en lo que se refiere a seguridad.

Y después de hacernos una foto todos juntos continuamos el camino hacia al sur.



El recuerdo de esa primera vez que iba a Karamoja es ir comprobando como el paisaje se vuelve más árido, va habiendo menos gente y de cómo te vas encontrando por la carretera niños que llevan el ganado a pastar.

Llegamos a Kaabong, una de las tres principales ciudades de Karamoja. Allí, gracias al contacto que nos había dado el padre Longinos, paramos en las oficinas de Medicos sin Fronteras, que tenían un mecánico que iba a intentar re-re-re-re-re-re-re-reparar los frenos
(por si no has visto las otras partes del viaje tenemos un pequeño problemilla con los frenos).

Mikel y Muskilda, unos españoles muy majos que trabajaban allí, nos dieron la bienvenida y enseguida estábamos otra vez en el taller dándole vueltas a los frenos.



Como os podéis imaginar, a estas alturas somos prácticamente unos expertos en frenos de tambor, y le vamos contando al mecánico todo lo que han ido intentando arreglar anteriormente.

Foto: © Zuzana Kazdová
  
Foto: © Zuzana Kazdová


Este mecánico sí que parecía saber más sobre el tema y, trabajando a la vez con los frenos de las dos ruedas traseras, fue el único que consiguió dejar la cosa, aunque no perfecta, de manera que no hubo que volver a parar por los frenos hasta Kampala. Premio para el mecánico de Médicos sin Fronteras en Kaabong.

Seguimos nuestro camino y tras alguna pequeña parada a admirar Karamoja conseguimos llegar a Kotido, la siguiente ciudad importante de Karamoja. Allí encontramos un sitio para dormir que fuera decente (dentro de las muy pocas opciones que hay), cenamos y tras un rato de agradable charla nos fuimos a dormir.
 


Día 15.

Desde que llegamos a Uganda hemos tenido un especial interés por Karamoja, quizá por lo remoto y por lo menos influenciado que está con respecto al resto de Uganda. Y este era el día en el que íbamos a intentar conocer cómo es realmente Karamoja (dentro de lo que se puede llegar a conocer algo en una visita tan corta).

Además, la idea de Óscar es enseñar Karamoja, pero no con la típica visita turística como se hace normalmente en Kenia o Tanzania en un poblado Maasai, donde vas, te dan el paseo, hacen el típico baile un rato, compre usted algo de artesanía Sr. Turista y "siguiente grupo, por favor". Lo que quiere Óscar es enseñar cómo es realmente la vida en Karamoja, no hacer un teatrillo para turistas en un pueblo. Así que en este viaje él también quería seguir mirando posibilidades en Karamoja para hacer algo así. En realidad será de las pocas agencias que hagan algo así en Karamoja, porque ahora mismo hay muy pocas agencias en Uganda que ofrezcan Karamoja en sus paquetes turísticos.

Nuestra idea para ese día era buscar un pueblo cualquiera y parar a hablar con ellos y que nos enseñaran cómo viven, cómo son sus pueblos... cómo son ellos en realidad.

Nos habían dicho que fuéramos a una zona donde hay un gran pueblo karamojong llamado Nakapelimoru, que se encuentra cerca de Kotido.

Salimos por la mañana y fuimos preguntando cómo llegar a Nakapelimoru, y cuando llevábamos unos pocos kilómetros pasamos junto a un pueblo que parecía realmente auténtico, no sabíamos si era Nakamelimoru o no, pero realmente ¿Qué más da como se llame? Así que decidimos parar y preguntar.

Nos os penséis que en estos pequeños pueblos de Karamoja no saben lo que es un coche o lo que es el hombre blanco, es un lugar remoto, pero hay coches, motos y bastante presencia de ONG, así que tampoco somos algo tan extraterrestre. Eso no quita para que posiblemente para algunos de los niños seamos el primer muzungu que ven en su vida, o que para muchos del pueblo sea la primera vez que se relacionan de cerca con uno. O incluso me atrevería a decir que, a juzgar por cómo muchos niños se señalan y se ríen en el reflejo de la furgoneta oscura de Óscar, es la primera vez que se ven reflejados en algo.

Obviamente nosotros no hablamos karamojong, aunque uno de los amigos de Óscar habla swahili, y como un hombre del pueblo también habla swahili nos comunicamos con ellos a través de él.

Le contamos que no queremos nada especial, que simplemente queremos saber si es posible visitar el pueblo, que nos cuenten un poco su vida y, si es posible, hacer algunas fotos.

Nos dicen que sí, que sin ningún problema y entramos en el pueblo, lo que ellos llaman una manyata (mañata en español).

Nos van enseñando las distintas partes del pueblo y nos explican cómo se estructura y el porqué es así, cómo son los diferentes apartados donde viven diferentes familias y nos enseñan cómo son las cabañas donde viven por dentro.

Al entrar en una de las cabañas y ver la luz que había allí, entrando únicamente desde la puerta, pensé que la luz era preciosa y que allí había esperando, de alguna manera, una fotografía. Más adelante esa cabaña sería escenario de una de mis mejores experiencias como fotógrafo. Pero si no os importa, esa historia la voy a dejar para contárosla más tranquilamente otro día.

Al principio queríamos ser respetuosos y no hacíamos ninguna foto, no queríamos ser el típico turista que llega haciendo fotos por todos los lados y a todo el mundo, al fin y al cabo nos estaban abriendo las puertas de su casa. Así que cuando salimos de ver la zona donde esa familia vive, le preguntamos al hombre si no les importaba que hiciéramos alguna foto, y nos respondió que eran los del pueblo los que le estaban preguntando que porqué no hacíamos fotos.

Así que sacamos las cámaras y se desató la locura.


Al principio hacíamos una foto, la gente te miraba, hacías otra... hasta que les enseñamos las fotos en la cámara... Ese es el momento en el que un enjambre de niños se abalanza sobre ti mirando la foto mientras se ríen y se señalan todos la foto mientras gritan todos a la vez repetidamente algo en karamojong que imagino que debe significar algo así como "soy yo, soy yo, soy yo...".



Foto: © Zuzana Kazdová

Aquello se vuelve incontrolable, muy divertido, pero una locura. Todo el mundo te pide que les hagas fotos, ellos solos, luego con sus hijos, los niños se cuelan por delante, se apartan unos a otros como pueden... Un caos.



Tras pasar unas horas con ellos, y tras enseñarnos varias partes del poblado, decidimos continuar. Nos lo estábamos pasando muy bien y era muy interesante, pero todavía nos quedaba mucho camino por delante.

Así que les dijimos que nos íbamos a marchar, nos acompañaron hasta la furgoneta, sin parar de hacer fotos, claro, y nos pusimos de nuevo en camino.


Foto: © Zuzana Kazdová

Desde allí bajamos directamente hasta Moroto, la otra ciudad principal de Karamoja, donde paramos un rato y, como queríamos llegar el día siguiente a Kampala,  seguimos el viaje hacia Soroti, ya fuera de Karamoja, donde llegamos a dormir.

Después de ducharnos disfrutamos de otra cenita tranquila en el jardín del hostal donde nos quedábamos, de nuevo una agradable charla después de cenar, recordando el viaje y el rato que habíamos pasado en el poblado karamojong, hasta que nos fuimos a dormir.



Día 16.

El último día del viaje decidimos simplemente llegar a Kampala, teníamos tiempo de sobra para parar en algún lugar de camino, pero preferimos llegar con tiempo
a casa y pensamos que lo mejor era volver directamente desde Soroti.

Salimos por la mañana de Soroti, pasmos por Mbale, atravesamos el Nilo al pasar por la ciudad de Jinja, y a primera hora de la tarde estábamos en Kampala, después de haber recorrido casi 3.000 kilómetros alrededor de Uganda.

Un gran viaje que estoy deseando repetir, pero con más tiempo, pudiendo parar tanto como sea necesario y disfrutar de cada parte del país como se merece.

Si alguno me queréis acompañar, estáis invitados. 




Acabas de leer la quinta parte del viaje, también puedes leer:

La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte II.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte III.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte IV.



lunes, 9 de julio de 2012

La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días (IV): Norte de Uganda - PN del Valle de Kidepo



Ver La vuelta a Uganda de wfogg - Parte IV. en un mapa más grande


A) Kitgum 
B) Parque Nacional del Valle de Kidepo 


Día 12.

La tarde anterior habíamos preguntado a un irlandés que tiene un hostal en Kitgum si había algún sitio decente donde nos pudieran arreglar los frenos (por si no lo has leído, a lo mejor quieres saber qué pasa con los frenos). Nos dijo que había una empresa extranjera que se dedica a hacer pozos y nos dieron el contacto. Por la noche estuvimos hablando con un hombre de esa empresa y nos dijo que lleváramos la furgoneta a la mañana siguiente, que tenían un mecánico muzungu y que le echaría un vistazo. 

Así que, por la mañana, mientras Óscar se fue a re-re-re-re-re-re-reparar los frenos, nosotros nos fuimos a hacer compra para los días siguientes. 

Kitgum nos resultó una ciudad muy agradable, menos atosigante que otras en las que habíamos estado, y además, aunque sigues siendo exótico y la gente te mira, según nuestra experiencia puedes andar tranquilamente por la calle sin que la gente te llame muzungu cada dos pasos.  

Cuando nos volvimos a juntar con Óscar nos contó que por lo visto, el problema era que el muelle de freno derecho era algo más largo que el del izquierdo y que no valía con el método de la ruedecita que habíamos visto tantas vences, más alguna otra cosa. Así que el mecánico había recortado el muelle y luego lo había vuelto a soldar. 

A media mañana salíamos hacia Kidepo, solo nos quedaban unos 140 kilómetros por una carretera que, aunque sin asfaltar, no está tan mal como las que habíamos pasado. Así que nos pusimos en camino. 


Por el camino íbamos pasando un montón de zonas con cabañas redondas con el techo de ramas secas que dan la sensación de ser pequeños pueblos, pero en realidad son asentamientos preparados para lo que se llama IDP, Internally Displaced Person, es decir, esos "pueblos" eran en realidad campos de desplazados. 

Los desplazados son como refugiados pero dentro de su propio país. Al seguir en su país no son realmente refugiados, pero igualmente son gente que se ha visto obligada a dejar su casa, su pueblo y sus tierras, normalmente debido a algún conflicto armado. 

Imagino que muchos habréis oído algo sobre el vídeo ese tan famoso que hay en Internet sobre los niños soldado en el norte de Uganda. Pues estos campos de desplazados que vamos viendo desde el coche son el resultado de ese conflicto. El norte de Uganda es una zona que desde 1986 hasta el 2006 ha sufrido un periodo de horror increíble. Decenas de miles de personas huyeron de sus pueblo aterrorizados por el Lord Resistance Army (LRA), el Ejército de Resistencia del Señor. El LRA es básicamente un ejército de psicópatas liderado por Joseph Kony, quien cuenta con el "honor" de ser objeto de la primera orden de detención que emitió el Tribunal Internacional de La Haya. 

Kony levantó el LRA de los restos de otro ejercito, el Holy Spirit Movement (el Movimiento del Espíritu Santo), que había sido comandado por una mujer, Alice Lakwena (parece ser que pariente de Kony), y que había adoptado el nombre de Lakwena tras ser poseída por el espíritu del soldado italiano Lakwena. Años más tarde, será el propio Kony el que proclame que ha heredado el espíritu del soldado Lakwena. Así que os podéis hacer una idea de cómo pueden ser las motivaciones de este tipo de gente. Aunque, sobre todo al principio, el LRA justificaba el conflicto como una lucha contra Museveni, el Presidente de Uganda, el hecho de que en la actualidad sigan cometiendo sus atrocidades en la República Democrática del Congo y República Centroafricana refleja claramente que su motivación está muy lejos de ello y que sus actos solo se deben a una mentalidad retorcida y desequilibrada. 

Durante todo el tiempo que el LRA estuvo activo en Uganda, cometiendo barbaridades inimaginables, mucha gente dejó sus pueblo y fueron reubicados en estos campos que se ven alrededor de la carretera, en un intento de ofrecer una mayor protección a toda esa gente. 

En 2006 se consiguió finalmente expulsar a Joseph Kony y el LRA de Uganda, y aunque obviamente eso no significa que el problema haya terminado (solo se ha cambiado de sitio) por lo menos desde entonces el norte de Uganda es un lugar en el que se puede vivir y por el que se puede viajar. 

Afortunadamente, con el paso del tiempo, la gente ha ido volviendo poco a poco a sus pueblos y muchas de esas cabañas que se ven desde la carretera están vacías. El norte de Uganda ha vuelto a la normalidad y, como en todas las otras zonas de Uganda, parar en cualquier lugar del norte de Uganda significa encontrar gente amable y un montón de niños sonriendo. 

Y así, atravesando estos poblados medio vacíos en los que los niños te saludan con la mano en cuanto ven la furgoneta "Bye muzungu!", continuamos nuestro viaje por el norte de Uganda hacia Kidepo. 

Como nuestro plan para las dos noches que íbamos a pasar en el parque era acampar, paramos por el camino a comprar carbón para poder cocinar. El carbón (vegetal) en Uganda es algo básico para la mayoría de las familias, ya que en general las casas no tienen cocina y la comida se hace en pequeños hornillos de carbón. Así que es fácil encontrar en la carretera gente vendiendo sacos de carbón. 



Mientras comprábamos el carbón pasó uno de los típicos transportes públicos de la región lleno de gente. Dicho así no parece nada reseñable, pero pensé que os podría parecer interesante. 


En esta zona los matatu no son tan comunes y la mayoría de la gente se mueve ente ciudades y pueblos en estos camiones. Por supuesto, pasó a toda velocidad. 

Después de asegurar bien el saco continuamos nuestro viaje hacia Kidepo. Ya quedaba poco. 


A estas alturas tenemos claro que el problema tampoco es que el muelle del freno derecho fuera demasiado largo. Vaya. 

A medio día llegamos al Parque Nacional del Valle de Kidepo, uno de los mejores parques de Uganda, aunque el más remoto, justo en la esquina noreste del país, haciendo frontera con Kenia al este y con Sudán del Sur al noroeste. 

Una larga extensión de sabana rodeados por diferente formaciones montañosas, no de gran altura, pero que hacen perfectamente reconocible el paisaje de Kidepo. El parque ocupa los valles de los ríos Kidepo y Narus, y a diferencia de otras regiones de Uganda sólo tiene una temporada de lluvias de abril a septiembre (lo normal en Uganda son dos temporadas de lluvias al año), lo que lo hace especialmente árido, y probablemente el mejor parque en Uganda para ver animales en la temporada seca. 

Aunque nosotros vinimos en julio, ya desde la entrada del parque hacia las oficinas del parque vimos algunos búfalos y elefantes. 



Nos registramos y elegimos una de las dos zonas de camping que tiene el parque. Es obligatorio coger un guarda para las zonas de acampada, que vigila que para que no haya ningún problema con los animales. El guarda también es obligatorio para los safari en coche o andando. 

Nos dirigimos a la zona de acampada, que es una explanada con unos servicios básicos y una pequeña banda sin paredes, vamos, un pequeño techado que hay por si te quieres sentar a la sombra, y una vez allí pusimos las tiendas y nos pusimos a preparar la cena. 



Y después de cenar y hablar un rato alrededor del fuego, nos fuimos a dormir para levantarnos pronto y salir de safari por la mañana temprano. No sin antes matar aproximadamente 300 mosquitos (con la ayuda de la linterna) que habían entrado en la tienda, mientras Óscar se pregunta en su tienda si esos ruidos que se oyen son hienas dando vuelta por el campamento buscando restos de la cena. 


Día 13.

Te despiertas por la mañana... Poco a poco (en mi caso un "poco" algo más largo) tu cabeza empieza a ponerse en orden... miras a tu alrededor y ves que estás en la tienda de campaña... mmm... sí... empiezas a cuadrar las cosas en tu cabeza y recuerdas que estás en Kidepo. 

Hemos dormido con la mosquitera cerrada pero con la lona abierta, así que miras a través de ella. 


Te desperezas y te preparas para salir de la tienda, abres la mosquitera, te asomas por la entrada de de la tienda y frente a ella, tras los restos del fuego de anoche, todavía calientes, la sabana se extiende majestuosa. Tienes frente a ti un nuevo día en África. 


En cuanto nos levantamos y desayunamos, nos subimos a la furgoneta y salimos en busca de los animales.
 
Definitivamente la época de lluvias no es la mejor para ver animales, por dos razones, por un lado el agua está accesible para los animales a lo largo de todo el parque, e incluso fuera de él, por lo que todos los animales se encuentran dispersos y es mucho más difícil encontrarlos. En época seca, el valle del río Kidepo se seca por completo y la única zona donde queda agua para beber está en el valle del Narus, y todos los animales van a beber en las mismas áreas, con lo que es más fácil verlos. 

La otra razón es que la hierba y los pastos crecen de manera increíble, en algunas zonas la hierba era de la altura de la furgoneta, sin exagerar, de manera que es muy difícil encontrar animales. 

En un momento decidimos pasarnos por la otra zona de camping del parque, ya que es la zona segura para ir al servicio, claro. Ese día no había nadie acampado, y cuando miramos en el techado de esa zona de camping nos encontramos con una sorpresa. 

Dentro había un león. Debía haberse peleado con otro león porque se veía que tenía una herida en la la espalda cerca de la cabeza. Así que el guarda llamó por radio a las oficinas del parque para que avisaran a un equipo veterinario. 

Aunque sea un león herido en una banda, impresiona ver al rey tan de cerca. 


Después de ir al servicio, sin apartar un ojo del techado, seguimos con el safari. 

Como os conté en la primera parte del viaje, Kidepo es uno de los dos parques de Uganda donde puedes ver cebras. Y como en el parque del Lago Mburo ya se nos habían escapado, pues teníamos ganas de verlas. 

En Kidepo tuvimos un poco más de suerte y nos encontramos con un grupo de cebras, pero... fue solo eso, "un poco" más de suerte. Un pequeño grupo de cebras en una zona donde la hierba era alta. Así que por lo que a mí respecta sigo esperando a ver cebras. 


Como podéis ver, cuando decimos hierba alta es realmente hierba alta. Y eso que no era la zona donde era más alta. Es increíble como crecen las plantas aquí cuando llueve. 

Más adelante paramos a comer, dejamos la furgoneta en un camino y fuimos andando entre esa hierba de más de dos metros de alto hasta unas rocas, donde nos sentamos a comer y disfrutar de las vistas.



Para la tarde teníamos pensada una actividad algo especial, una visita a las ruinas de Katurum Lodge. 

Katurum Lodge es un hotel cuya construcción fue encargada por Idi Amin en los años 70, estuvo cerca de ser completado, pero nunca llegó a abrir sus puertas. Tras la caída de Idi Amin en 1979, el hotel fue victima de saqueos, y más tarde lo que quedaba de él ardió en un incendio forestal de la zona, lo que terminó por dejarlo en el ruinoso estado en el que se encuentra. 

A mí el edificio en sí no me emociona, pero hay que reconocer que las vistas de la sabana que se pueden admirar desde el lugar son impresionantes. 

De vuelta a la zona de acampada tuvimos otra experiencia interesante con otro de los reyes de la sabana. Nos encontramos con un elefante macho. 

Viajar con Óscar está muy bien, porque a parte de ser un tío majo, o que tenga mucha experiencia en viajar por África, también es biólogo y estudió comportamiento animal, así que está genial que, por ejemplo, cuando te encuentras un elefante así, te explica cómo se estructura la sociedad de los elefantes y porqué ese elefante está solo dando paseos por la sabana. O porqué en los grupos de leones habitualmente cazan las hembras y no los machos, sin que tenga nada que ver con el machismo. 

El elefante que encontramos era un macho joven adulto, probablemente alrededor de los 20 años, que como ocurre con todos los elefantes machos, ha sido expulsado de la manada al llegar a la pubertad. 


El elefante es un animal con el que hay que tener cuidado y tenerle respeto. No es habitual que un elefante ataque, lo normal es que estén a sus historias, te miren, te olfateen y sigan a lo suyo. Eso sí, no te pases de la raya, porque el elefante puede salir corriendo a por ti, y son muchos kilos corriendo a por ti. 

El encuentro con este fue muy interesante. Vimos al elefante, no muy lejos del camino, y nos fuimos acercando poco a poco y con cuidado. Como es normal el elefante nos vio y esta vez, en vez de seguir a sus cosas, decidió hacernos saber que nos andásemos con cuidado. Es raro que un elefante ataque directamente, primero te advierte. El elefante se para, se acerca... y nosotros retrocedemos... Te mira directamente, levanta la cabeza, te muestra los colmillos y despliega las orejas...


...empieza a mover la cabeza y la trompa... te está diciendo que tengas cuidado y que no estás en el sitio correcto. 



Pero siendo prudente no debería haber ningún problema. Nosotros fuimos retrocediendo a las sugerencias del elefante, y cuando estuvo claro quien era el que mandaba allí, el elefante cruzó la carretera por delante de nosotros y se marchó. 


Foto: © Zuzana Kazdová

La verdad es que en ningún momento me sentí amenazado, simplemente advertido. Y me gustó. Me gustó que un elefante me indicara mi sitio y que me hiciera entender donde está él y donde estamos nosotros, que esa era su casa y que debíamos respetar sus normas. 

De vuelta en la zona de acampada empezamos a preparar la cena y estuvimos haciendo algunas fotos. Me subí a unas rocas para ver un poco mejor la zona de acampada, y vi que a lo lejos había una manada de búfalos. 


Así que me metí en la furgoneta con el guarda y Emmanuel y nos fuimos a verles de cerca. 

Es imposible poneros una foto que muestre el espectáculo. No es que hubiera millones de búfalos, pero llegó un momento en el que había búfalos mirases donde mirases, todo alrededor de la furgoneta, no muy cerca, claro, pero todos mirándonos, olfateándonos... Tener cientos de búfalos con sus ojos fijados en ti también es una experiencia interesante. 



De vuelta en el campamento me volví a subir a las rocas a ver los búfalos y vi que se iban acercando al campamento, para cuando la cena estaba preparada a lo mejor estaban solamente a unos 50 o 100 metros de la zona de acampada. 

Cenamos alrededor del fuego y rodeados de pequeñas lámparas que había preparado Óscar alrededor del campamento. Precioso. Cenar en medio de la sabana, tú solo, a la luz de la luna... eso te hace sentir que realmente estás de safari en África. Y si además es en un ambiente tan agradable... 


Después de cenar, aprovechando la luz de la luna, nos acercamos un poco al borde de la zona de acampada. Se podían escuchar los búfalos moviéndose entre la hierba, incluso se veían grupos de búfalos que habían entrado en la zona de acampada y estaban de nuevo mirándonos y olfateándonos... 

A lo lejos se podían escuchar otros sonidos... eran leones. De nuevo Óscar nos iba contando cómo los leones se comunican ente ellos y como cazan muchas veces por la noche. Y tú estás allí, escuchándolo, de pié en medio de la sabana. 

Retrocedimos unos metros hasta una zona más cercana a las tiendas. Sabíamos que los búfalos estaban en la zona de acampada, detrás de unos árboles, aunque desde ahí no podíamos verles. Nos limitábamos a escuchar los sonidos. Al poco tiempo algo hizo correr a los búfalos y, de pronto, pudimos sentir como miles de pisadas se alejaban de nosotros como un trueno. 

Volvimos al fuego y nos sentamos a hablar tranquilamente tras haber vuelto a sentir la naturaleza en estado puro. 

Nos quedamos hablando alrededor del fuego mientras poco a poco nos fuimos marchando a dormir a nuestras tiendas. 

Qué gran experiencia.



Acabas de leer la cuarta parte del viaje, también puedes leer:


La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte I.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte II.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte III.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte V.



jueves, 12 de abril de 2012

La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días (III): Viaje a Crater Lakes y Kitgum




Ver La vuelta a Uganda de wfogg - Parte III. en un mapa más grande


A) Simba Safari Camp
B) Crater Lakes
C) PN Kibale
D) Hoima
E) Masindi
F) Gulu
G) Kitgum


Día 9.

Este día era el día que habíamos quedado con Óscar, el español que tiene una agencia de viajes aquí en Uganda, y con quien íbamos a hacer el resto del viaje. Era el día en el que terminaban los viajes en transporte público para viajar a partir de entonces en una cómoda furgoneta 4x4 ¡con un sitio para cada uno!

Pero antes quedaba un último autobús, el que nos llevaría desde Simba Safari Camp hasta el cruce donde nos encontraríamos con Óscar. Nos dijeron la hora a la que pasa el autobús (aunque también nos dijeron que podía pasar antes o después) y lo que tarda en llegar hasta el cruce donde íbamos. Imaginábamos que el autobús pasaría por el hostal con retraso, pero era mejor no arriesgar y antes de la hora prevista estábamos esperando en la puerta del hostal.

Por supuesto, el autobús llegó 20 minutos después de la hora que nos habían dicho, y tras la experiencia acumulada en Uganda, llamé a Óscar para decirle que ya íbamos con retraso y que calculaba que llegaríamos algo así como hora y media tarde.

Dicen que la experiencia es un grado, así que tras un viaje sin problemas, compartiendo algún asiento de vez en cuando, llegábamos al cruce hora y media más tarde de la hora prevista.

Nos bajamos del autobús y Óscar estaba allí esperándonos con su flamante furgoneta 4x4. Metimos las mochilas, nos pusimos cómodos y continuamos el camino como unos reyes disfrutando de nuestro nuevo medio de transporte.


Dejamos atrás la carretera principal para recorrer los caminos por la región de los Crater Lakes. Esta zona es una pequeña región al oeste de Uganda, cerca de la ciudad de Fort Portal, que está repleta de colinas de origen volcánico y donde, de vez en cuando, se encuentran pequeños lagos que rellenan lo que en algún momento fue el cráter de un volcán en la formación de Gran Valle del Rift.


Paramos en un par de sitios tranquilos, junto a dos lagos, a tomarnos unas cervezas y disfrutar del paisaje, hacer fotos, charlar...



¿Alguien ha visto las mariposas?

Nos hubiera gustado dar algún paseo pero se nos haría tarde, y a lo mejor podíamos hacerlo al día siguiente.

Continuamos por la zona de los Crater Lakes, atravesando primero grandes plantaciones de matooke (una variedad de plátano muy extendida en Uganda y de la que ya os hablaré más adelante) y más adelante, en zonas más abiertas, amplias plantaciones de té. Hasta que finalmente el camino se adentró en el bosque de Kibale, en el Parque Nacional de Kibale, donde viven más de 1200 chimpancés.

Aunque no solo hay chimpancés en Kibale. Cómo no, también puedes disfrutar de los omnipresentes babuinos.


A los que no hace falta habituar como a los chimpancés, porque ya se encargan ellos solitos de acostumbrarse a la presencia humana. Debe ser la falta de timidez.





Llegamos al Primate Lodge Kibale, donde se agradece que después del viaje te reciban con un zumo fresquito y una toalla para que te laves las manos mientras comprueban tu reserva.

El Primate Lodge Kibale es un sitio de más alta categoría, perfecto para quien quiera estar en medio de la selva sin renunciar a comodidades. Puedes dormir en las cabañas que tienen, o en tiendas. Nosotros íbamos a probar las tiendas, que las había visto en otro viaje y tenía curiosidad.

Dormir en una tienda en medio de la selva tiene la ventaja de que te sientes más en la naturaleza que en una cabaña entre paredes. Puedes escuchar mejor las aves, el canto de los insectos o incluso en Kibale, las llamadas de los chimpancés si tienes un poco de suerte. Pero claro, como es lógico y comprensible, no a todo el mundo le apetece ir de camping en sus vacaciones, así que siempre está la opción de este tipo de lodges, donde puedes dormir en una tienda pero, como os he dicho antes, sin renunciar ninguna de las comodidades.



Y cuando digo sin renunciar a comodidades me refiero a incluso sin renunciar a tu propio baño (con agua caliente, claro) en la parte trasera de la tienda.


Además, en este lodge las tiendas están lo suficientemente alejadas de la zona común y entre ellas como para que no te veas o te molestes con tus vecinos y te sientas tú solo como el rey de la selva.

Después de ducharnos, durante la cena, es decir, durante una agradable cena a la luz de las velas, nos pusimos a planear con Óscar el resto del viaje. Teníamos reservadas dos noches en el lodge, pero las opciones allí eran sobre todo ver los chimpancés, que Zuzana y yo ya los habíamos visto y Tomáš no estaba especialmente interesado, o hacer alguna ruta andando por los Crater Lakes, que está bien y son bonitos, te puedes bañar en algunos de ellos… El problema era la interminable cantidad de kilómetros que nos quedaban por delante. Así que finalmente decidimos recortar una noche en Kibale y continuar el viaje hacia el norte a la mañana siguiente.

Antes de irnos a la cama, Óscar, que es un tío muy apañao, para qué negarlo, nos había preparado una sorpresa. Había hablado con el director del lodge para que viniera un coro de niños locales a hacer una actuación con canciones y bailes tradicionales de la zona. Todo un detallazo.

Así que, después de la cena y la actuación de los niños, nos fuimos a dormir a nuestras tiendas, dando un corto paseo por el camino que lleva a las tiendas, iluminado con pequeñas lámparas, mientras disfrutas de los sonidos de la selva.



Día 10.

De nuevo un desayuno temprano y a la carretera.

Salimos del Parque Nacional de Kibale y nos desviamos por un camino entre las plantaciones de té, donde paramos un rato a hacer un par de fotos, como no.


Y también a atender las curiosidades de los locales.


Continuamos el viaje y, tras unos pocos kilómetros por la carretera que une Fort Portal con Kampala, tomamos un desvío hacia el norte con dirección a Hoima, por la que es, sin duda, una de las primeras “carreteras” que el gobierno de Uganda debe arreglar para promocionar el turismo. Son 145 kilómetros por un camino de tierra perfectamente irregular en su mayoría. En fin, el viaje en sí también forma parte de la experiencia africana, así que vamos allá.

Óscar nos contó que cerca de Hoima hay un acantilado desde el que hay una impresionante vista del Albertine Rift, la rama occidental del Gran Valle de Rift, así que nos propuso llegar hasta allí para luego bajar por la carretera que desciende el acantilado y pasar la noche acampados a la orilla del Lago Alberto en un lodge estupendo que hay allí. Teníamos por delante una larga jornada de carretera hasta llegar al mirador cerca de Hoima, pero tampoco es para tanto, con buena compañía los viajes no son tan largos. Disfrutemos de África.

Pero la experiencia africana tenía preparada para nosotros una sorpresita. Después de unos pocos kilómetros por los infinitos baches, de vez en cuando teníamos la sensación de que venía un olor como a quemado y Óscar dijo que notaba como si los frenos no funcionaran bien del todo, así que paramos y vimos que la rueda trasera derecha estaba bastante caliente, por lo que decidimos parar en el primer pueblo y buscar un taller para reparar los frenos.

En cuanto llegamos al primer pueblo, que afortunadamente no eran cuatro casas alrededor de la carretera, preguntamos y enseguida encontramos un taller, Óscar le contó al mecánico lo que pasaba y se puso manos a la obra.


Parece ser que las zapatas estaban un poco sueltas e iban rozando con el tambor, así que solo era cuestión de darle vueltas a una ruedecita para sujetar un poco el muelle.



En una media hora la rueda estaba de nuevo en su sitio. El mecánico nos pidió que nos hiciéramos una foto con él...


...guardamos el gato, nos metimos en la furgoneta y seguimos adelante, todo solucionado. Tampoco había sido para tanto.

Hasta que unos kilómetros más adelante… el mismo olor a quemado, Óscar con la misma sensación en los frenos… y comprobamos que la rueda estaba de nuevo caliente.

Paramos en el siguiente pueblo a re-reparar los frenos, que esta vez sí que era del tipo cuatro casas alrededor de la carretera. En cuanto paramos vino alguien diciendo que "I am the engineer here" ¿Cómo? ¿"The engineer"? ¿Cómo que el ingeniero? Al final dedujimos que quería decir que era el mecánico del pueblo.

Sacamos de nuevo el gato y el ingeniero se puso a desmontar la rueda y arreglar los frenos. Esta vez el ingeniero desmontó también la rueda trasera izquierda para comprobar que estaban las dos igual. Muy profesional.


En seguida, todo el mundo entendió que el mejor punto de vista para controlar el asunto era el de Tomáš.


Zuzana y yo nos separamos un poco y nos sentamos a disfrutar de la escena surrealista.


Y al poco nos pusimos a hablar con un hombre del lugar sobre las diferencias entre Uganda y Europa, de quienes tiene más o quienes tienen menos, de quienes necesitan más y quienes necesitan menos, y en definitiva, de quien es más feliz en la vida.

Foto: © Tomáš Kazda

Foto: © Tomáš Kazda

Mientras, el resto del pueblo, especialmente los niños, se había acercado a ver el acontecimiento del mes: los muzungus.



No sé cuantos de estos niños se habrán visto alguna vez en una foto, pero desde luego, era bastante gracioso hacerles fotos...


...y luego enseñárselas.

Foto: © Zuzana Kazdová

 Foto: © Zuzana Kazdová

Pasamos un buen rato, bastante divertido.


Foto: © Zuzana Kazdová

Al rato, el ingeniero terminó de arreglar los frenos y, después de probarlos, le dio a Óscar 6 meses de garantía. Todo esto, por supuesto bajo la atenta mirada de todo el pueblo.


Nos metimos de nuevo en la furgoneta, nos despedimos por la ventana de todo el mundo y seguimos nuestro camino a Hoima.


Íbamos un poco justos de tiempo pero todavía podíamos llegar al mirador y bajar hasta el lodge a dormir.

Al rato pensamos que a lo mejor lo que el ingeniero le había dicho a Óscar no era que le daba 6 meses de garantía, sino que le daba 6 millas de garantía, porque Óscar empezó a notar que los frenos seguían sin estar bien.

Pasados unos kilómetros paramos para comprobar que el ingeniero no solo no había arreglado la rueda derecha, sino que había conseguido que la izquierda también se calentara a la vez que el freno de mano casi no frenara. Todo un prodigio de la ingeniería. Así que ya sabéis, si paráis en un pueblo y alguien os viene diciendo que es el ingeniero, salís corriendo.

En fin, como la autopista por la que vamos en realidad no permite velocidades por encima de los 40 Km/h y los frenos funcionan, decidimos ir despacio y llegar a Hoima a buscar un taller de verdad. Eso sí, asumiendo que lo del mirador y el lodge se queda para la próxima vez que vengamos, qué le vamos a hacer.

Llegamos a Hoima con el tiempo justo para buscar un sitio donde dormir y otro donde llevar la furgoneta. Encontramos un hotel y nos fuimos a un taller a re-re-reparar la furgoneta.

En el taller en Hoima, que es una ciudad más grande, parecían saber más lo que hacían. Una cosa buena es que aquí casi todos los matatu son el mismo modelo de furgoneta o muy parecidos, y muchas furgonetas de safari suelen ser también las mismas (solo que están cuidadas y no se caen a cachos), así que es normal que casi en cualquier sitio sepan arreglarlas.

Después del día de experiencia africana nos dimos una merecida ducha, una merecida cena, y nos fuimos a dormir.


Día 11.

Nuestro camino seguía hacia el norte, hacia el Parque Nacional de Valle de Kidepo (también conocido como Parque Nacional de Kidepo), donde llegaríamos por la tarde. Antes, pararíamos en Gulu, la ciudad más importante del norte de Uganda, a recoger a Steven y Emmanuel, dos amigos de Óscar que nos acompañarían desde allí hasta Kampala.

Al rato después de salir de Hoima, nos dimos cuenta de que, aunque en el taller de Hoima parecía que eran más profesionales y sabían lo que hacían, en realidad tampoco tenían muy claro cual era el problema con los frenos. Por lo menos ahora el freno de mano estaba bien y la rueda izquierda tampoco se calentaba, pero la derecha seguía igual.

De camino a Gulu pasamos por Masindi, otra ciudad relativamente grande, así que paramos allí a intentar re-re-re-reparar los frenos.

Paramos en un taller en la carrera principal y tras desmontar la rueda, un grupo de esos ingenieros que hay por ahí no fueron capaces de hacer nada. Así que decidimos preguntar y enseguida nos indicaron donde encontrar un taller para re-re-re-re-reparar los frenos. Llegamos allí y a los 5 minutos, poco después de desmontar la rueda, teníamos claro que habíamos caído en el que probablemente era el peor taller de Uganda. El hombre no tenía ni idea, enseguida le dijimos que volviera a poner la rueda en su sitio, pero era tan inútil que sabe Dios qué habría tocado, que no era capaz ni de volver a montar la rueda.

Afortunadamente Masindi está muy cerca del Parque Nacional de Murchison Falls, y prácticamente todos los tour operadores pasan por aquí con sus coches, así que Óscar hizo un par de llamadas y enseguida le indicaron un sitio de confianza.

Le dijimos al mecánico inútil que no volviera a tocar la rueda y Óscar se fue en boda-boda a por el mecánico del otro taller, un chico joven con rastas que se movía con agilidad, algo poco habitual por estas tierras. Al poco tiempo tenía otra vez la rueda montada y pudimos llevar el coche a su taller.

Este taller tenía otra pinta, se le veía mejor, dentro de estándares africanos, no os vayáis a pensar, pero era bastante más grande que un mini-garaje con montones de piezas oxidadas amontonadas fuera, que es lo que viene siendo un taller en África. Parece que esta vez sí que por fin nos van a re-re-re-re-re-reparar los frenos.

Después de estar allí un buen rato salíamos para Gulu, por fin de nuevo carretera asfaltada, con la furgoneta recién salida del taller... que maravilla.

Paramos en Gulu a recoger a Steven y Emmanuel y continuamos hacia Kidepo. La carretera a partir de Gulu vuelve a estar sin asfaltar, no es tan mala como la del día anterior a Hoima, pero hay que ir más despacio. Además... ¿A que no lo adivináis...? De nuevo ese aroma a quemado por la derecha... En fin, asumimos que no vamos a llegar a dormir a Kidepo y nos alegramos de haber decidido quedarnos solo una noche en Kibale, y que la experiencia africana no nos estropee el viaje.

Llegamos a Kitgum donde nos tomamos una cerveza fresquita en un hotel y encontramos un sitio decente para dormir. Kitgum es una pequeña ciudad en el norte de Uganda, y la oferta para dormir es limitada, hay sitios no están mal, pero la comodidad se paga. Afortunadamente nos hablaron de un sitio que estaba bien de precio, era decente y estaba limpio. Se llama Timbo Hotel, aunque es más bien un hostal, y si alguna vez pasáis por Kitgum y queréis dormir por un precio razonable, podéis quedaros en él (para saber como llegar, podéis echarle un vistazo al mapa que está al principio).

Parece que al final el viaje no está saliendo del todo como lo teníamos planeado, pero... qué más da, no importa, hakuna matata, disfruta de tu viaje por Áfica.





Hakuna matata - "no hay problema" en swahili.



Acabas de leer la tercera parte del viaje, también puedes leer:

La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte I.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte II.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte IV.
La vuelta a Uganda de wfogg en 16 días - Parte V.